Todavía estoy asusta'o. Eran cerca de las 10: 00 p.m. y me dirigía a casa en un diablo rojo, el pasado miércoles. La música iba bien y algunos usuarios tenían caras de sueño, quizá por su trabajo. Sólo me faltaban dos paradas para llegar a mi casa, pero cerca de la entrada de Condado del Rey ocurrió lo inesperado.
Un sujeto se bajó, pero antes intentó quitarle la cartera a una señora que iba en el primer puesto de dos. La dama parece que iba dormida, pues ni siquiera se dio por enterada de lo que le estaban haciendo. Frente a este acto, el busero, el pavo y dos secuaces más se bajaron y lo golpearon con un palo, pero palo cerra'o, y lo acusaban de haber intentado hurtar pertenencias a otros usuarios. Todo indicaba que lo tenían chequeado por el retrovisor interno del bus.
A ese pillo lo tiraron al piso, lo patearon y lo golpearon con palos como piñata de cumpleaños. No es mentira, fue un acto desgarrador, que incluso conmovió a muchos. Confieso que nunca había visto semejante acto de violencia.
Desde la ventana ya los caballeros le gritaban que mejor llamaran a la Policía y lo dejaran en otras manos, pero los atacantes decían que tenía que recibir su merecido. Le rompieron la cabeza, le dieron de patadas, estando uno de ellos encima, mientras que al ladrón lo tenían boca abajo. Al final, por clamor de los pasajeros, lo dejaron ir, pero antes de salir huyendo le dieron un batazo en la espalda que sonó como una cajeta vacía. ¡Dios Santo!
Ese día titulé en la nota que sería la portada del diario "No es percepción, es violencia", la cual trataba de un indígena que encontraron desmembrado en Avenida México. Y me dije, la pagué. Suena grotesco y crudo, pero la violencia en Panamá es más serio de lo que parece.
domingo, 12 de septiembre de 2010
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