¿Usted no ha visto las caras de las personas cuando ven a un grupo de sacerdotes o religiosas en un restaurante o un cine? Escribo esto, porque me resultó curioso cuando lo observé. Todos los miran como bichos raros.
Cuando esto pasa a algunos les da como comezón en su cuerpo, de tal manera que abren los ojos grandes, apuntan con la boca o los señalan disimuladamente con las manos.
Hubo alguien que dijo: "Mira como se gastan la plata de la iglesia". Otros, más osados, se quedan con la boca abierta vidajeneando. ¡Póngale cuida´o!
Y si se los encuentra en un almacén, la curiosidad es mayor. Pues permítanme decirles que estos cristianos también tienen derecho a recrearse y a tener vida social. No por el hecho de portar un hábito o el cuello clerical, los hacen ser seres de otro planeta.
La vocación religiosa no es sólo para vivir en un convento o encerrado en una parroquia. El campo de acción social de muchos de ellos es su presencia en las comunidades. Entonces, ¿cuál es el asombro?
La vida religiosa es muy bella. Es una decisión que si es bien llevada, da mucha satisfacción y me atrevo a decir que es un estilo de vida envidiable. Es por eso que algunos son queridos en sus capillas, ya que es admirable la labor que desempeñan, porque hay una entrega total.
No por eso debemos olvidar que son seres de carne y hueso, y que también se pueden equivocar. Así como hay quienes son "un amor de persona", también los hay "gruñones".
Amigo lector, no juzguemos a los religiosos, ore por ellos y un buen día aproveche e invítelos a comer a su casa y conózcalos. Ahhh, ya me imagino su respuesta es: "No, eso no". Entonces, ahora yo le pregunto, ¿quién es el bicho raro? didier.gil@epasa.com
domingo, 12 de septiembre de 2010
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