domingo, 12 de septiembre de 2010

Bien recordado

Después de muchos años, logré verle la cara a algunos hermanos en fe de la parroquia San Isidro Labrador en Capira.
Esto fue el pasado martes, lamentablemente para el sepelio de Reynel González, un capireño que desde que le conocí siempre estuvo dispuesto a servir.
Aunque no tuve una amistad estrecha hacia su persona, sé que muchas tempestades le rodearon por cumplir con ese compromiso de agradar a Dios, pero sin duda no vaciló en decirle sí a los designios del Creador. Por fortuna, Dios lo bendijo con la oportunidad de realizar los sacramentos, entre ellos, el matrimonio, acto que todavía es muy recordado, y que dentro de poco cumpliría dos años.
Su esposa, Eyra, sabe y hoy se goza de los momentos maravillosos que compartió con Reynel, aquel que sus amigos lo indentificaban por conducir un carrito rojo en las calles capireñas. Otros residentes simplemente decían: "Él es de la iglesia".
Tal como lo decía el sacerdote que presidió aquella misa: "Reynel supo responder". En fin, tuvo un modelo de vida, que hay que reconocer.
Todavía, antes de misa, recordaba con otros jóvenes sus carcajadas y las bromas de este cristiano de baja estatura, pero con una gran capacidad de entrega a la fe católica.
Allí nos decíamos: "Allá debe estar tranquilo riéndose de los que quedamos en Capira y de las cosas que siguen pasando". Pues Reynel era así, muy asertivo.
Al final, cuando abrieron su féretro y muchos se soltaron en llanto, me pregunté: ¿Cómo queremos ser recordados?
Hoy me despierto y doy gracias a Dios por vivir un día más, pero queda en cada uno de nosotros forjar la manera en que queremos ser recordados. ¿Cuáles son las cosas que nos hacen ser realmente grandes?
didier.gil@epasa.com

Creo en Dios

Esto no es un secreto de confesión. A finales de la década del 90', ingresé a formar parte de la Pastoral Juvenil de mi parroquia San Isidro Labrador, en Capira. Al formar el grupo juvenil de mi comunidad me tocó trabajar con una religiosa colombiana, que era muy joven. Sólo tenía dos años en formación y fue enviada a misionar a Panamá. El asesor espiritual de ese entonces, también era un sacerdote recién salido del seminario. Me reservo sus nombres y sus congregaciones.
Junto a ellos trabajamos con mucho entusiasmo. Ganamos liderazgo en la comunidad y en efecto nuestra capilla nunca estuvo cerrada, pues tenía vida.
Cuando ambos religiosos me iban a visitar, mi familia notó que en el auto en que viajaban siempre se detenía más adelante cuando se retiraban. No era mal pensando y yo me decía: "Están planeando un nuevo tema o la reunión que sigue". Ni les digo lo que decían mis familiares, pero tenían razón: mis asesores espirituales estaban enamorados. ¡Sí, son humanos!
A los tres años siguientes, ella abandonó los hábitos y él se casó con otra dama a la que también le daba asesoramiento espiritual.
A él lo he visto con tres de sus hijos y de ella sé que es psicóloga en Colombia. Así es la vida. ¿Qué me enseñó esto?
Que tengo una creencia fija en Dios y no un fanatismo por sus servidores, pues son humanos y pueden fallar. No es el santo el que hace el milagro, es Dios. Pasaron cinco años maravillosos en aquel grupo eclesial, y a pesar de ese incidente, sigo conociendo y trabajando por Dios, fortaleciendo mi fe y sirviendo a mi iglesia.
didier.gil@epasa.com

¿Quién da el ejemplo?

Cuando niño siempre escuché a mis abuelas y tías que decían enfáticamente: "En la calle, tú eres el reflejo de los haces en la casa". Y decían esto para referirse a que había que ser ordenados y no solo aparentar, sino que había que mostrar buena actitud y comportamiento donde fuera. ¡Tremenda lección!
Cierto día estaba visitando a mi compadre en Arraiján y de regreso tomé el bus para llegar a mi casa en Capira. En un puesto de tres delante de mí, iba una madre con tres niñas, que calculo yo, no pasaban los diez años. Y me detuve a observarlas... Lo primero que se me vino a la mente fue: "Allí no se sabe quién es mamá e hijas", pues llevaban un bullicio...
Las niñas se decían cualquier cantidad de vulgaridades y la madre sólo se reía. Luego, quedé impresionado cuando una de las niñas le preguntó a su mamá: ¿cómo me queda mi pifia? Se trataba de dos puntos escarchados, los cuales se colocó en los dientes. En la mano de aquella niña estaba el pegamento (Súper Glue) con el que se puso aquellos brillantes. De repente, uno de esos "cristales" se le cayó y qué creen ustedes que pasó: La misma mamá le ayudó a pegarse la denominada pifia.
No me quiero imaginar el daño a la estructura dental que pudo ocasionar el uso de ese fuerte pegamento, pero también me preocupó el futuro de esas niñas cuando sean adolescentes.
No es que sufra calentura ajena, pero sí deseo concienciar a la ciudadanía de lo que esperamos de las nuevas generaciones. ¿Con qué criterio llamar la atención, para corregir, si siempre se le dio rienda suelta al niño?
didier.gil@epasa.com

Quería ser maestro

El hombre propone y Dios dispone. Como todo niño tiene sus ideales, yo decía que quería ser maestro. Siempre me ha gustado la lectura, la ortografía y aprender de los libros y enseñar. Aunque suene un tanto aburrido, no lo es.
Crecí con esa meta en mi mente. Cuando finalicé tercer año, hoy noveno grado, tuve la oportunidad de realizar estudios en la Escuela Normal de Santiago. No obstante, decidí ingresar al Bachiller en Letras en la Escuela Secundaria Pedro Pablo Sánchez, de La Chorrera. En el bachiller experimental (cuarto año) era uno de los pocos estudiantes que decía que estudiaría Letras, pues la mayoría decía que querían ser doctores. Se acabó el bachiller y todavía decía que quería ser docente, pero me encontré a una gran amiga: Nimia Martínez, con ella hice los tres años de bachiller. Luego, ella se matriculó primero que yo en la universidad y entre sus opciones estaba periodismo. Nunca me había gustado esa carrera. No me imaginé como reportero, pero me inscribí en la Facultad de Comunicación Social. Curiosamente, hice mis cuatro años de licenciatura con Nimia y me gradué otra vez con ella. Tengo siete años y medio de estar ejerciendo esta profesión y no sé nada de aquella colega que me vendió la idea de hacer algo que dejara mucha satisfacción. Ella me metió en este barco y aquí estoy navegando. Sólo sé que ella tuvo varios hijos y a uno de ellos le puso Didier. ¿Qué les parece?
didier.gil@epasa.com

Allá en Sinaloa

Hoy en la noche estaré llegando a mi Panamá. Estuve cuatro días compartiendo con periodistas mexicanos, quienes con mucha preocupación expresan una tendencia hacia la autocensura en su trabajo, pues su vida y la de su familia corren peligro por un tema que casi no se habla o se toca sutilmente en los medios de comunicación para los que laboran, pero que a lo interno de regiones como Culiacán, Sinaloa, es el pan nuestro de cada día: narcotráfico o crimen organizado.
En los rostros de los colegas se percibe impotencia, la pasión o vocación por esta profesión, que tampoco es bien pagada, los cohíbe de informar hechos que quisieran comunicar, sin embargo, hasta sus jefes deciden no hacerlo, pues la nota de portada de la edición siguiente podría ser el asesinato de ellos, su secuestro, desaparición o son "levantados", que no es más que la acción de ser obligados a montar a un auto en su horas laborales y luego aparecen acribillados, descuartizados, entre otros.
Pese a tal panorama, hay entusiasmo por hacer este valioso trabajo. Nunca olvidaré a Ángeles Moreno, una periodista muy chispa, que al escucharla hablar inspira, pues al relatar sus vivencias, terminas frío y diciendo en tu mente: "Wao". Esta periodista ha tenido el honor de hacer hablar a los presidentes mexicanos que no quieren dar declaraciones en ciertos actos. "Le agarré la mano y no lo solté. Los escoltas me empujaban y yo allí, presionando para que me respondiera, porque mi deber es preguntar". Esa es una de las grandes hazañas que ha hecho, y por lo que, el resto de los periodistas sinaloenses la admiran. Esta mujer es de armas tomar, en sentido figurado, pues como allá los periodistas deben cambiar todos los días la ruta de su regreso a casa, para minimizar riesgos; ella, caminando por las veredas de esta ciudad, y sabiendo que la persiguen, ha agarrado su grabadora y ha encarado a quienes van detrás de ella con malas intenciones. Y vaya que tiene los pantalones bien puestos, pues su forma de cuestionar es única. Su voz es incisiva.
Que hay peligro, ella lo sabe, pero por sus venas corre su vocación, y su arma es preguntar. Aunque le han ofrecido comprar su pluma, esta ciudadana ha preferido mantener su integridad de mujer y no prestarse para la corrupción. Su vida misma es una enseñanza. Gracias, Ángeles.
didier.gil@epasa.com

¿Preparados, sí o no?

Ya no recuerdo a cuántas personas le he escuchado decir suspirando: "Está para darle respiración boca a boca", pero sólo lo dicen porque es una persona bien parecida, y sobretodo, con la intención de besar. Esta semana escuché varias charlas sobre coberturas periodísticas en zonas de riesgo y me llamó la atención los pasos necesarios para auxiliar a una persona; por poner un ejemplo sencillo, en un accidente de tránsito, ya que otras situaciones, más críticas, requieren ser súper cautelosos.
En el caso de los periodistas y de la sociedad civil se impone la pregunta estamos empapados o no en una cultura de seguridad. Digo esto porque hay ocasiones en que los reporteros, que no son tan precavidos y se lanzan, sin medir las consecuencias, a la caza de la primicia o la exclusiva.
¿Cuántos de nosotros hemos decidido tomar un curso de primeros auxilios? Seguramente, pocos. Si le recomiendo leer sobre primeros auxilios, tal vez dirán que es aburrido. Sin embargo, la excusa de que "yo no soy rescatista" no vale, pues hay emergencias en las que usted puede ayudar a salvar una vida. Pero ojo, hay que saber actuar.
Ante una situación de emergencia, tenga presente los tres pasos básicos: revisar, llamar y atender. Evalúe las condiciones del afectado y no lo mueva, a menos que sea necesario; además, tenga a mano los números de teléfonos a los que puede llamar en caso de emergencia. Es lo más sencillo que les puedo compartir, pero tenga presente que dar respiración boca a boca no es sólo una fantasía.
didier.gil@epasa.com

Necesitan de ti

Fue una oportunidad de oro. El pasado fin de semana estuve en Boquete, Chiriquí, compartiendo con más de 400 jóvenes, niños y adultos en el Primer Encuentro Nacional de Líderes de los Programas ENE, EPRE, EJE y ESCOGE. En esa ocasión me tocó compartir dos días con un mismo grupo de jóvenes, en su mayoría adolescentes. Allí comprobé que hay jóvenes con mucho talento, que tienen los pies bien puestos sobre la tierra, pero que necesitan saber que sus padres los aman. Les urge que papá y mamá valoren sus esfuerzos y los animen en todo momento. Y digo esto, pues cuando me tocó escucharlos, a simple vista me decía: "Ese joven tiene pena o no quiere compartir nada de él". Sin embargo, hubo muchachos que revelaron sus ideales, su forma de pensar y cómo se ven en un futuro. Por respeto a ellos, no les comparto ningún caso en particular, pero créanme que los adultos que estaban allí confesaron lo siguiente: "Ojalá, a tu edad yo hubiera pensado así".
Sí, es cierto que hay quienes viven como en las nubes y piensan que todo en la vida es una maravilla, pues lo que le piden a sus padres allí lo tienen, pero en la mayoría de esos casos, más que recibir lo material, ellos están sedientos de amor.
Aquellos jóvenes que conocí saben que para lograr sus metas se van a encontrar con muchos obstáculos. No obstante, van con pie firme a la conquista de sus ideales. Esto me deja respirar un poco y
me da serenidad, pues esta experiencia me indicó que no todo está perdido.
didier.gil@epasa.com

Esto es valioso

¡Hazlo y te darás cuenta! ¿Te has detenido un momento de tu vida a pensar qué has hechos o qué has dejado de hacer en los últimos años? ¿Qué fue lo que no hiciste y ahora te arrepientes por omisión?
Y digo esto, pues sucede que muchas veces nuestro diario vivir es muy acelerado, tanto, que a veces caemos en la monotonía y le perdemos la sazón al paso de nuestra vida. Vive cada minuto, cada segundo...
En algunas ocasiones hay quienes han llegado a decir que su vida no tiene valor y que prefieren morir, pues no tienen una razón para seguir respirando en este mundo.
Estimado lector, a partir de este momento, dele gracias a Dios de que usted está vivo, de que puede ver el amanecer o sentir el aroma del café o una fragancia que le regaló alguien especial para usted. Suspire y agradezca al Todopoderoso de que alguien de su familia lo acaricia o usted lo puede abrazar. Amar y ser amado es maravilloso. Y se lo digo, pues esto no cuesta nada.
Guardar rencor y dejarse carcomer por el cáncer de la envidia es perder tiempo. No lo permitas. Hay quienes tienen mucho dinero o pueden tener todas las comodidades del mundo, pero son pobres espirituales.
Mírate, Dios te hizo único y especial. Para mí volver la mirada al pasado y ver lo que he logrado para superarme, me basta y sobra para seguir viviendo con mayor intensidad. didier.gil@epasa.com

Aquellos tiempos

Nació un 23 de junio de 1981 a las 8:15 a.m. Me imagino las lágrimas que tuvo que derramar Aida Raquel en ese momento, pero ella asumió su responsabilidad. Era su primer hijo y el tiempo empezó a correr.
Su primera maestra fue Miriam Rodríguez, y cerró el año escolar con un promedio de 4.7; encerró en un círculo su primera nota final, para la posteridad y para que nunca se le olvidara. En la escuela Cerro Campana aprendió a leer y a escribir; también declamó, hizo dramas y le gustaban las lecturas y los dictados. Soñaba con ser maestro. De esto son testigos sus maestras: Inocencia Sánchez, Modesta Gómez, Graciela Noriega de Castillo y Aleyda García.
Este pequeño hizo sus travesuras. Gozó lo que es jugar trompo, bolas, e irse de cacería con un biombo y una bolsa con piedras, aunque no recuerda haber traído a la casa, algo de su cosecha. También disfrutó del correr en los pastos y bañarse en los ríos El Pipero, Las Pailas y El Chorro. Ese niño era libre. Jugar gallito (botellas plásticas llenas de tierra) con sus primos y pasar las vacaciones en casa de sus abuelos paternos, era un encuentro anual obligado.
En su inocencia recuerda una Navidad que lo marcó mucho y fue estar en casa junto a sus padres y su única hermana. Esa noche fue mágica. A las 12:00, medianoche, se despertó y corrió, lleno de alegría, por el patio, junto al carro que le regalaron sus padres. Se deleitó viendo a su hermana llena de prendas con las que una niña se convierte en la princesa de la casa. Papá y mamá estaban unidos. Fueron momentos hermosos.
Qué felicidad fue aquel día en que su mamá le trajo para los tres hermanos su primera bicicleta. ¡Wao! Es difícil describir a que mamá regresara del trabajo con un combo de comida rápida. ¡Qué sabroso detalle! Sentarse un domingo a escuchar la misa y la catequesis de Primera Comunión con quien lo trajo al mundo es maravilloso. Su niñez no fue fácil, pero aprendió valores. Ese niño soy yo. ¡Gracias, papá Dios!
didier.gil@epasa.com

No la niegues

Negó a su madre. Sí, esta fue la experiencia que tuve con un niño que trataba de vender calcomanías en un área de venta de comidas en un centro comercial de la capital. Mire el reloj y me dije, ¿dónde están los padres de este pequeño que debería estar durmiendo para levantarse temprano e ir a la escuela? Como periodista mi mente empezó a trabajar al instante y me puse a observar todas las mesas. En este ejercicio descubrí a dos niños más haciendo lo mismo que el que se me acercó.
Luego noté que una mujer que vendía rosas y pequeños peluches me había visto conversando con aquel niño y le estaba llamando la atención de que su tarea era vender y no dar explicaciones a nadie. Eso me incomodó muchísimo.
Al rato se acercó otro niño con la intención de vender algo. Finalmente le terminé comprando, pero le dije voy a llamar a la Policía, pues los niños no deberían estar vendiendo cosas. Ese menor de edad quedó sin palabras y se alejó. Repentinamente, la mujer "misteriosa" recogió a unos tres niños que vendían artículos y en compañía de otro hombre, que sólo se limitaba a ver vender a los niños, salieron apresurados.
Esto fue bochornoso y me puse a pensar que si los propios padres le enseñan a sus hijos a decir mentira a temprana edad, qué se puede esperar cuando lleguen a la adolescencia o a la mayoría de edad, y ellos quieran tomar sus propias decisiones. ¿Con qué moral le podrán reclamar?
¿Qué familia estamos formando?
didier.gil@epasa.com

Nací para ayudar

A mediados de la década de 1990 pisé por primera mi "alma máter", es decir la Escuela Secundaria Pedro Pablo Sánchez (PPS), insignia que porté con mucho orgullo por las calles de La Chorrera y mi amado Capira. En este plantel, al que llegué por cuestiones de la vida, pues reconozco que pensaba que lo mío era ser maestro de grado, aprendí a convivir con jóvenes de todos los estratos sociales, pero siempre me identifiqué con aquellos a los que el resto de "los cerebros del grupo " dejaban en una esquina. Allí está mi apostolado me decía.
Cada vez que tenía la oportunidad los aconsejaba para que alcanzaran sus ideales, y en los trabajos en grupos les recalcaba que la única vía que teníamos para cantar victoria era estudiando.
Durante las presentaciones académicas, lo hacíamos con tanto entusiasmo que al recibir una buena nota, nos mirábamos de reojos y casi telepáticamente nos decíamos "ves, que sí podemos".
Hoy con cierta nostalgia me he encontrado con algunos ex compañeros de clases, que se creían los "juegavivo", los desordenados, los chistosos, esos que no acogieron mis consejos y se quedaron estancados. Es muy triste ver la realidad en la que algunos de ellos se encuentran, pero esa fue la decisión que tomaron.
Confieso que nunca me ha gustado figurar, pero siempre tenderle la mano a quien lo necesite y sepa aprovechar las oportunidades, pues así como Dios me ha abierto puertas para crecer, está en mi ese deber de servir.
didier.gil@epasa.com

¡Levántate!

La fiesta fue buena y a penas salía el sol. Caminaba por la Avenida Central en la capital de Panamá, y aunque todo parecía un velorio encontré en esa transitada vía una rueda de hombres y mujeres aglutinados en una esquina.
Todos estaban atentos como cuando un niño aprecia la supuesta magia de un mago. De ese círculo emanaban gritos, burlas y muchas carcajadas. Una mujer embriagada hacía el espectáculo más lamentable y deprimente que había visto. El tema "Gallina fina" de los hermanos Samy y Sandra Sandoval cobraba vida. Nuevamente la fémina alegraba más aquel grupito y gritaba a viva voz " no creo en brujería".
Esa era Marieta aquella mujer que en busca de felicidad pasó toda una noche perdida en los tragos de ron y entre los brazos de aquellos caballeros que con sus presuntas buenas intenciones le prometían el cielo y la tierra. Al menos eso era lo que ella buscaba. Marieta quería sentirse amada.
De repente, la pieza musical se acabó y el público comenzó a espacirse.
Una vez más Marieta quedó sola, y aquella felicidad foránea tuvo su fin.
Al ver el rostro melancólico de Marieta recordé el valor de una fémina, pues fui criado por una mujer. Es por eso que el respeto que se merece una dama es incondicional. Y en todo caso Marieta es una hija de Dios. Él en su Evangelio nos promete: "Si cumplen mis mandamientos y permanecen en mi amor, yo permaneceré en ustedes. Les he dado todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa". ¡Búscala! Yo sé que Marieta la puede encontrar.
didier.gil@epasa.com

Bichos raros

¿Usted no ha visto las caras de las personas cuando ven a un grupo de sacerdotes o religiosas en un restaurante o un cine? Escribo esto, porque me resultó curioso cuando lo observé. Todos los miran como bichos raros.
Cuando esto pasa a algunos les da como comezón en su cuerpo, de tal manera que abren los ojos grandes, apuntan con la boca o los señalan disimuladamente con las manos.
Hubo alguien que dijo: "Mira como se gastan la plata de la iglesia". Otros, más osados, se quedan con la boca abierta vidajeneando. ¡Póngale cuida´o!
Y si se los encuentra en un almacén, la curiosidad es mayor. Pues permítanme decirles que estos cristianos también tienen derecho a recrearse y a tener vida social. No por el hecho de portar un hábito o el cuello clerical, los hacen ser seres de otro planeta.
La vocación religiosa no es sólo para vivir en un convento o encerrado en una parroquia. El campo de acción social de muchos de ellos es su presencia en las comunidades. Entonces, ¿cuál es el asombro?
La vida religiosa es muy bella. Es una decisión que si es bien llevada, da mucha satisfacción y me atrevo a decir que es un estilo de vida envidiable. Es por eso que algunos son queridos en sus capillas, ya que es admirable la labor que desempeñan, porque hay una entrega total.
No por eso debemos olvidar que son seres de carne y hueso, y que también se pueden equivocar. Así como hay quienes son "un amor de persona", también los hay "gruñones".
Amigo lector, no juzguemos a los religiosos, ore por ellos y un buen día aproveche e invítelos a comer a su casa y conózcalos. Ahhh, ya me imagino su respuesta es: "No, eso no". Entonces, ahora yo le pregunto, ¿quién es el bicho raro? didier.gil@epasa.com

Valió la pena

Pasaron tres semanas y no había tomado un día de descanso. La verdad es que en estos momentos atiendo compromisos académicos muy importantes, pues sé que más puertas se abrirán en mi campo profesional. Sin embargo, la jornada se hace cada vez más pesada, pero con optimismo y con el favor de Dios, siempre hay una respuesta.
Sin descuidar mis tareas, llegó mi día de reposar, pero en vez de acostarme a dormir más de ocho horas, opté por viajar esa noche hacia Pocrí de Aguadulce para apoyar al Encuentro de Jóvenes en el Espíritu (EJE), que es un apostolado que han adquirido un grupo de católicos, que son conocidos como la "Comunidad de Expansión". A través de ellos realicé una experiencia llamada "Escoge", la cual dio respuesta a muchas de mis inquietudes hace once años. En vista del giro que dio a mi vida ese programa, siempre que se presenta la ocasión de colaborar para que más jóvenes tengan esa oportunidad, que una vez me regalaron a mí, lo hago. Soy humano, el cansancio azota, pero en las Sagradas Escrituras el Padre Celestial nos dice: "Vengan a mí los que están cansados y agobiados, porque yo los haré descansar". Eso es una promesa divina y de eso estoy convencido. Allá en Pocrí, más de medio centenar de adolescentes tuvieron esta oportunidad de oro. Y digo de oro, pues lo que estos jóvenes vivieron quedará entre sus gratos recuerdos. Se abonó un semillero y tocará esperar los frutos. Al final del encuentro observé rostros de jóvenes gozosos y con una paz que sólo la da Dios. Ahora que lo recuerdo me erizo, y me llena de regocijo saber que si me hubiera quedado descansando no tuviera esta grata satisfacción que hoy me fortalece. didier.gil@epasa.com

Mirando todo

Debo confesar que como periodista siempre me ha gustado analizar a las personas que están a mi lado, de tal manera que me quedo escuchando qué y cómo hablan, cómo piensa, cuál es el mundo gira a su alrededor. Y digo esto porque a veces hay personas que andan en su mundo y no le interesa lo que sucede en su entorno. Pero en esta práctica a veces siempre me llevo una enseñanza.
Cierto día mientras esperaba el transporte para llegar a mi trabajo en la parada de Santa María de Betania, cerca del Instituto América, observé que detrás de mi había más de cinco padres de familias con sus hijos enfermos en brazos o con alguna discapacidad. Ellos llevaban a sus pequeños a sus terapias al Instituto de Medicina Física y Rehabilitación, ubicado en la entrada de Cerro Patacón.
De repente, uno de esos niños convulsionó. Sinceramente quedé asombrado y me dije: "Dios mío, qué apostolado".
No sabía que hacer y eso me incomodó mucho, pues desconozco qué hacer en esos casos. Es más, me quedé paralizado, pues a veces uno, por hacer un buen gesto, termina siendo mal visto. Los otros padres se miraban uno al otro, me imagino pensando lo mismo que yo.
Es por eso que en este espacio, aprovecho para elogiar aquellos padres que a pesar de que sus hijos padecen de alguna discapacidad o están enfermos se han aferrado a ellos para salir adelante. Recordemos que antes algunos padres escondían a estos niños, pero gracias a Dios, ya no son vistos como una carga, sino una bendición. ¡Dios sabe, por qué hace las cosas". didier.gil@epasa.com

Hasta pronto

¡Qué tristeza! Hace poco estuve acompañando a unos amigos al funeral de un familiar. Confieso que eso nunca me ha gustado. Pienso así, porque es muy triste decirle adiós a aquella persona que una vez te dio apoyo o que hizo grandes cosas y se le recuerda bien, pero a la vez sale a flote la hipocresía y el arrepentimiento.
Despedíamos a un abuelo que toda su vida se entregó al trabajo. No conforme con criar a sus tres hijos con mucho esmero, su entrega fue fiel, pues luchó bajo sol y agua también por criar a alguno de sus nietos. Esos eran como sus hijos.
La vejez recayó sobre aquel buen anciano, perdió la voz y su cuerpo empezó a llenarse de enormes úlceras. Se la pasaba postrado en una cama y cada vez empeoraba. Ahora aquel viejo se había transformado en una carga más.
Su única hija, aunque en silencio, se mostraba cansada y no quiero llegar a pensar que deseaba que su padre muriera. Los meses de sufrimiento de aquel abuelo fueron cada vez más tristes. Al menos su cónyuge estuvo a su lado, tal como lo dicen los curas el día del matrimonio: "hasta que la muerte los separe". El día del sepelio aquella hija lloraba, desconsoladamente, sobre el féretro y le pedía perdón a ese cuerpo inerte. A veces decimos cosas y actuamos como si no tuviéramos sentimientos. Todavía hay muchos hijos que tienen a sus padres con vida y deben dar gracias Dios por esa hermosa bendición.
Si en alguna ocasión les fallamos, nada nos cuesta disculparnos y no esperar a ver su cuerpo frío en un ataúd para expresar lo importante que son en nuestras vidas.
didier.gil@epasa.com

No somos islas

Esta semana estuve en la búsqueda de una dirección por el área de Brisas del Golf y San Antonio. Por cosas del destino me tocó acompañar a la periodista que investigaba la noticia sobre el menor de edad que le disparó y mató a uno de los cuatro maleantes que atacaron a su madre.
De esa búsqueda me quedaron tres grandes inquietudes.
Uno: que las personas viven como islas, hay poca interactividad entre los vecinos, pues nadie sabía nada de lo que había pasado, a pesar de que esa era la noticia del día por el impacto que tiene en la sociedad y en la que se denota que la inseguridad llevó a este joven a tomar la justicia por sus manos.
Dos: que una parte considerable de la ciudadanía está desinformada o no le gusta ver, leer ni escuchar noticias, razón por la cual no conoce ni puede emitir una opinión sobre un tema equis. Tristemente no saben ni por dónde anda tabla sobre el rumbo del país.
Tres: que las personas que viven en barriadas tienen un orden en la numeración de sus casas, pero muchos de ellos se han acostumbrado a describir el área más que en precisar un punto exacto. Por ejemplo, buscando la residencia de aquel joven nos dijeron: "Más adelante del súper, luego a mano derecha, hay una casa amarilla con una lavadora vieja al frente". Eso me recordó a mi admirada gente de la campiña, que alegóricamente te dicen una dirección como: "Allí alantito, debajo del palo de mango".
Amigos lectores, con esta experiencia, queda la invitación para todos de ser más sociables, conozcamos más de lo que pasa en nuestro país y aprendamos a dar direcciones. Si cada uno pone de su parte, otro gallo cantaría. Por algo hay que empezar.
didier.gil@epasa.com

Razón de vivir

"Señor, al Club Unión, por favor". Venga, que trabajar es lo que quiero, dijo el taxista, quien en menos de un minuto empezó a conversar como si nos conociéramos de toda la vida.
Me habló de lo que había hecho en el día, pero se cansó de conversar solo y me cuestionó. ¿Usted está casado? -Le dije: "Todavía no". Pero inmediatamente enfatizó, "Ni lo hagas, no te amarres, eso no sirve".
Su rostro denotaba preocupación y estando al volante parecía que necesitaba despejar su mente, obviamente, por todo lo que contaba no le había ido bien en el amor. Sin embargo, minutos más tarde sonó su celular. Al terminar su conversación me explicó que era "la querida" y se ríe. Se acordó de que la tenía que pasar a recoger al mediodía, pero se le olvidó y reveló que le echó un cuento para quitarla del paso. Ahora nuevamente aquella dama estaba concretando esa cita pendiente. Pero el taxista hábilmente expresó que sabía que ese era un amor por interés, por dinero.
¿Y su familia?, le pregunté. Su respuesta fue bien compleja. "Tengo tres hijos, dos menores de edad, que están en la escuela, pero ellos andan en su mundo. Tengo 30 años de casado, le he sido infiel a mi mujer un montón de veces. Si te saco la cuenta, no me lo vas a creer. Ahora mi mujer me acaba de confesar que ella me la hizo y qué más me queda, perdonarla, si yo lo hice y lo sigo haciendo". ¡Vaya respuesta, caballero!
El taxista añadió que su madre había muerto hace pocos meses. "Ya lo tengo todo, qué más puedo hacer. Sólo me queda esperar la muerte", enfatizó.
No me quedé callado y con respeto le expresé: "Usted tiene a dos adolescentes que enrrumbar para no pasar por las mismas vicisitudes en las que hoy usted se encuentra. Sus hijos merecen encontrarle sabor a la vida y una razón a su existencia".
didier.gil@epasa.com

Viaje terrible

Todavía estoy asusta'o. Eran cerca de las 10: 00 p.m. y me dirigía a casa en un diablo rojo, el pasado miércoles. La música iba bien y algunos usuarios tenían caras de sueño, quizá por su trabajo. Sólo me faltaban dos paradas para llegar a mi casa, pero cerca de la entrada de Condado del Rey ocurrió lo inesperado.
Un sujeto se bajó, pero antes intentó quitarle la cartera a una señora que iba en el primer puesto de dos. La dama parece que iba dormida, pues ni siquiera se dio por enterada de lo que le estaban haciendo. Frente a este acto, el busero, el pavo y dos secuaces más se bajaron y lo golpearon con un palo, pero palo cerra'o, y lo acusaban de haber intentado hurtar pertenencias a otros usuarios. Todo indicaba que lo tenían chequeado por el retrovisor interno del bus.
A ese pillo lo tiraron al piso, lo patearon y lo golpearon con palos como piñata de cumpleaños. No es mentira, fue un acto desgarrador, que incluso conmovió a muchos. Confieso que nunca había visto semejante acto de violencia.
Desde la ventana ya los caballeros le gritaban que mejor llamaran a la Policía y lo dejaran en otras manos, pero los atacantes decían que tenía que recibir su merecido. Le rompieron la cabeza, le dieron de patadas, estando uno de ellos encima, mientras que al ladrón lo tenían boca abajo. Al final, por clamor de los pasajeros, lo dejaron ir, pero antes de salir huyendo le dieron un batazo en la espalda que sonó como una cajeta vacía. ¡Dios Santo!
Ese día titulé en la nota que sería la portada del diario "No es percepción, es violencia", la cual trataba de un indígena que encontraron desmembrado en Avenida México. Y me dije, la pagué. Suena grotesco y crudo, pero la violencia en Panamá es más serio de lo que parece.

¿Qué nos queda?

Los que me conocen saben que defiendo mi tierra natal a capa y espada. Sin ánimos de herir susceptibilidades, Campana es el único corregimiento que tiene un Parque Nacional, esa, entre otras bendiciones. Tanto es mi arraigo por mi pueblo y mi gente que esta fiebre la conocen mis compañeros de la redacción. No por gusto ellos saben que cuando se habla de "la tierra de gente buena", como se le conoce a Capira, se refieren a las "aguas continentales". Sí, así es el orgullo que siento por mi tierra. Un título lejos de la realidad, pero que se me ocurrió para distinguir a mis hermanos capireños.
Hace poco me encontré a un dirigente comunitario y me contó cómo veía a su distrito. Sus relatos apuntaban a la presencia de buenos dirigentes de folclore, de karate, de escuelas de fútbol, entre otros valores, pero ninguno de ellos ha sido tomado en cuenta por las autoridades de turno.
Aquel caballero, casi apesadumbrado, me dijo: "Ya no tenemos grupos scouts. Ahora, pocos niños se pondrán ese pantaloncito corto y medias largas, pero con ellos se aprendieron valores. De los voluntarios de la Cruz Roja, es poco lo que queda. ¿Será que todo va a desaparecer?"
Añadió que hasta las bandas independientes gozaron de buena fama, pero ya se opacaron.
Más preocupación tuve cuando su reflexión enfatizó que a Capira más se le conoce por el Carnaval que por su gente. Si bien es cierto, en los últimos años se empezó a hacer el desfile de Navidad, pero sus organizadores no venden la idea de las novedades que habrá, sólo prometían reinas y murgas.
Me quedé sin palabras. La verdad duele, pero autoridades, Capira es más que un Carnaval. Es buena la fiesta, pero después de eso, ¿qué nos queda? didier.gil@epasa.com

¡Sólo escúchalo!

Debo confesar que esta no era mi experiencia de hoy, pero se las comparto, pues soy creyente de que las cosas no ocurren por casualidad, sino porque Dios lo quiso así. Es su voluntad.
¡Póngale cuida'o! Estaba casi adormitado y escuchaba las noticias matutina por medio del altavoz del celular, pero me quedé dormido. Curiosamente ocurrió un cambio en la frecuencia radial. Cuando desperté escuchaba como si alguien me estuviera aconsejando al pie de mi cama. Era una emisora evangélica. Soy católico, pero el mensaje de ese momento era para mí.
Un reverendo hablaba de tener la conciencia limpia, es decir, libre de pecado. "¿Cómo anda tu vida? ¿Tienes a Dios en tu vida o solo clamas a Él cuando lo necesitas?", decía el pastor. En ese momento, estuve convencido de que Dios me regalaba un nuevo día y le agradecí por tan maravilloso gesto. Más tarde, mientras iba hacia mi trabajo, apareció un señor predicando. Su voz aumentó cuando me miró y yo me sonreía, pues su mensaje era similar al que ya había escuchado en la mañana.
Allí me dije: "Esto no puede ser coincidencia". Por todo lo que sucedía, llegué a pensar: "Esto me pasa por no ir a la misa de Resurrección". Horas más tarde, algo pasó con mis compañeros de trabajo, y salió nuevamente a relucir lo que me había propuesto: "Didier, rodéate de cosas positivas, que edifiquen. Busca paz interior. Eso es lo que necesitas".
Llegué a la conclusión de que Dios me estaba invitando a acercarme más a Él, pues reconozco que lo tenía apartado. Amigo lector, a veces nos hacemos de oídos sordos a la voluntad de Dios, pero sólo Él sabe las formas de hacernos llegar el mensaje. Incluso hasta en un susurro. ¡Así sea!

¡Agradecido!

Quedé frío, pues sus palabras fueron conmovedoras. Fue una ocasión en la que realizaba una entrevista al estudiante Germán Alejandro, un niño con discapacidad de 11 años, residente en San Miguelito. Por un momento, pensé que sería una entrevista más, pero me llevé una gran enseñanza. Llegar hasta su hogar, bajo una pertinaz llovizna, fue toda una odisea.
Germán Alejandro era descendiente de una familia kuna y vivía en un estrecho y sombrío cuarto, donde pasaba sus últimos días de vida, junto a sus dos hermanos y padres. Las respuestas que dio a la lluvia de interrogantes que se le hizo me dejaron con la boca abierta. Ese niño se expresaba con autoridad, y al hablar de la muerte la aceptó, pues sabía que sus días estaban contados. Le faltaba una de sus piernas y tenía cáncer en los huesos. A pesar del sufrimiento que lo martirizaba, no faltaba una sonrisa en su rostro angelical.
Me dio escalofrío escucharlo cuando daba las gracias por una donación que se le entregó, ya que aclaró, en medio de un silencio sepulcral: "Estoy contento y agradecido por la ayuda, y más porque eso no es para mí, sino para mis hermanitos y mi mamá. Yo sé que voy a morir pronto".
Esas crudas palabras hicieron que su madre rompiera en llanto. Pero él, siempre la animaba: "Mami, no llores".
Eso me incentivó a vivir cada minuto de mi vida con mayor entusiasmo. Todavía se me hace un nudo en la garganta cuando recuerdo sus palabras.
Germán me reiteró que hay que luchar ante las adversidades y a mirar al mundo con ojos de esperanza, pues a nuestro paso en esta vida, tenemos que dejar huellas. ¡Gracias, Germán! didier.gil@epasa.com

¿Dónde están?

Qué tal amigos lectores, esta es la primera columna formal que comparto con ustedes, y es en este espacio donde cada sábado compartiré con ustedes algunas vivencias y situaciones que desde mi observación nos envían un mensaje o nos dejan una enseñanza. ¡Enhorabuena!
Hoy es un día especial, pues a principios de esta década recuerdo que en mi pueblo natal, Campana, Capira, los jóvenes que asistían a la iglesia estábamos agotados, pero felices. Sí, ya habían pasado dos días del Triduo Pascual, en el que a través del drama traíamos a nuestros días, a la comunidad, escenas de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Eran días en los que la iglesia cobraba vida, había entusiasmo, respeto y entrega en lo que se hacía.
Sólo nos confortaban los aplausos de los espectadores y el saber que estábamos agradando a Dios. Recordar esos momentos me erizan la piel, pues aunque nunca protagonicé papeles principales estuve detrás de los actores del drama incentivando su talento, quienes daban los mejor de sí y confiaban en su rol.
Jóvenes como Isidro "Papito" Samaniego, Ricardo "Richy" Saurí, Rogelio "Pipo" Lorenzo y Reinaldo "Naldo" Herrera salieron a las calles del pueblo representando a Jesús, y en una noche como hoy cantábamos a todo pulmón en la Vigilia Pascual el canto del gloria, pues aquellas escenas de dolor y sacrificio que vivió el Redentor nos reiteraban que Jesús había vencido la muerte.
Era motivo de fiesta, pero no una alegría pasajera, era la alegría que solo da Dios.
Hoy salgo a mi pueblo y me da temor ver los ideales de nuestra juventud. No los critico, pero confieso que no entiendo la apatía de ellos hacia la iglesia.
Si algo hay que reconocer es que no todo está perdido, pero por algo hay que empezar. Es hora de resucitar también a nuestros jóvenes, pues de la mano de Cristo también hay una razón de vivir. didier.gil@epasa.com