Cuando niño siempre escuché a mis abuelas y tías que decían enfáticamente: "En la calle, tú eres el reflejo de los haces en la casa". Y decían esto para referirse a que había que ser ordenados y no solo aparentar, sino que había que mostrar buena actitud y comportamiento donde fuera. ¡Tremenda lección!
Cierto día estaba visitando a mi compadre en Arraiján y de regreso tomé el bus para llegar a mi casa en Capira. En un puesto de tres delante de mí, iba una madre con tres niñas, que calculo yo, no pasaban los diez años. Y me detuve a observarlas... Lo primero que se me vino a la mente fue: "Allí no se sabe quién es mamá e hijas", pues llevaban un bullicio...
Las niñas se decían cualquier cantidad de vulgaridades y la madre sólo se reía. Luego, quedé impresionado cuando una de las niñas le preguntó a su mamá: ¿cómo me queda mi pifia? Se trataba de dos puntos escarchados, los cuales se colocó en los dientes. En la mano de aquella niña estaba el pegamento (Súper Glue) con el que se puso aquellos brillantes. De repente, uno de esos "cristales" se le cayó y qué creen ustedes que pasó: La misma mamá le ayudó a pegarse la denominada pifia.
No me quiero imaginar el daño a la estructura dental que pudo ocasionar el uso de ese fuerte pegamento, pero también me preocupó el futuro de esas niñas cuando sean adolescentes.
No es que sufra calentura ajena, pero sí deseo concienciar a la ciudadanía de lo que esperamos de las nuevas generaciones. ¿Con qué criterio llamar la atención, para corregir, si siempre se le dio rienda suelta al niño?
didier.gil@epasa.com
domingo, 12 de septiembre de 2010
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