miércoles, 13 de abril de 2011

La bulla de Dios

Didier Hernán Gil | PANAMÁ

Era mi día de descanso y viajé en la noche a Capira para aprovechar las horas del día con mi familia, pero al llegar a casa me encontré con un culto en pleno apogeo en la comunidad.

Aclaro que respeto la diversidad de credos, pues he escrito de evangélicos, episcopales, santeros, católicos, ya sean carismáticos o catecúmenos. En fin, a Dios sea la gloria.

La curiosidad me llevó a conversar con los vecinos y descubrí que no era un culto, sino una vigilia, por lo que las alabanzas y oraciones se extendieron hasta cuando en mi casa se preparaba el desayuno.

Esa mañana la mayoría de mis vecinos, y luego comprobé, que en el resto de la comunidad había una disconformidad mayor por semejante escándalo toda la noche. Nadie pudo descansar bien.

Cuando escuchaba las conversaciones de los vecinos y familiares me reía de los comentarios que hacían. ¡Son perversos!

En horas de la tarde, mi tío Raúl González se acercó para decirme que por qué no escribía sobre esas reacciones de la comunidad cuando se hace algo bueno para agradar a Dios. ¿Por qué se molestan de lo bueno?, preguntó.

En un principio lo tomé como una broma, pero más tarde me dije que tenía razón, pues ese tipo de bulla, aunque a veces excesiva, sí molesta, pero viendo un poco más allá es justo decir que se pasan cuatro días de Carnavales a todo dar y ese ruido no molesta a la mayoría. ¿Por qué será que las cosas de Dios no siempre gozan de la aceptación del ser humano?

El pecado galopa a pasos agigantados.

didier.gil@epasa.com

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