viernes, 11 de febrero de 2011
Prohibido callar
Como ganador del premio Edward R. Murrow 2009, que otorga el Departamento de Estado de los Estados Unidos, tuve la experiencia de conocer más sobre las diferentes facetas culturales y políticas de este país norteamericano.
Y traigo a colación esta experiencia, pues los fines de semana, en este viaje, se acostumbra a visitar a una familia para percibir de primera mano su arte culinario, el "modus vivendis" de los gringos, entre otras costumbres. Durante mi estadía en Oklahoma City, una ciudad donde los anfitriones se desbordan en hermandad, les compartí algo de lo panameño.
Ese domingo, pese a niveles bajos de temperatura, me puse mi camisa tonosieña, pantalón negro, un sombrero a la pedrá y mis cutarras. ¡Ahh!, la chácara no se me quedó y dio mucho que hablar.
Mis colegas latinos se quedaron sorprendidos por esta iniciativa singular y se lamentaron que no se les ocurrió algo similar. El caso es que si los gringos me iban a hablar de sus tradiciones, yo les regalé un pantallazo de nuestro folklore. De este tema hay mucho que hablar y más cuando conoces y te gusta darlo a conocer.
Justamente fue eso lo que percibí esta semana cuando, por casualidad, me deleité con la participación de los niños de Semilla de Cantores. Aunque no la conozco personalmente ni por referencias, la representante de Panamá Oeste, Ana Lorena Cárdenas, me transmitió ese conjunto de sentimientos que enfatizan ese amor y sabor a Panamá.
En fin, las controversias de los pequeñines de Chiriquí, Herrera, la de Colón y Veraguas, entre otros, son , "grosso modo", esa esencia de lo que muchos panameños se enorgullecen, y que los hacen reaccionar abruptamente cuando te enteras por las noticias que en Panamá hay extranjeros dueños de hostales que en sus instalaciones tienen carteles que dicen : "Prohibido escuchar música típica". Quedarse callado a esto es no tener identidad ni dignidad. didier.gil@epasa.com
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