viernes, 11 de febrero de 2011

Hablando de fe



Desde que comencé mi catequesis de primera comunión, me acerqué más a mi comunidad de fe, que hoy, con mucho orgullo, profeso. En mis abuelos vi ese ejemplo desde que tenía uso de razón, y luego de la desaparición física de mi padre, mi madre me incentivó a asistir a la iglesia.
Me gustó y le tomé mucho aprecio al escuchar la palabra de Dios y trabajar por las obras sociales de la iglesia, tanto que me fui comprometiendo cada vez más. Disfruté de participar del grupo juvenil de mi comunidad e hice mi curso de confirmación donde aprendí y afiancé valores. Hasta llegué a coordinar el grupo juvenil y asumí otros compromisos dentro de la parroquia San Isidro Labrador de Capira.

Trabajé con sacerdotes y religiosas, de quienes aprendí y me empapé en el tema eclesial. Hoy, producto de aquella experiencia enriquecedora, todavía cargo con el apodo de "padre". Y no me avergüenza, ya que se estableció un liderazgo y confianza dentro de una comunidad, que incluso me ha servido mucho en el ámbito profesional.

Qué alegría me da saber que todavía muchos de los jóvenes con los que compartí experiencias buenas y malas siguen participando dentro de la parroquia y se mantienen unidos trabajando por el prójimo. La mayoría está bajo el paraguas del grupo Mixtura RF2, que, con sus acciones de servicio, continúan llevando el mensaje de Dios y trabajando por los más necesitados. Hace poco se metieron a la montaña de Capira a llevar regalos a niños y regresaron agotados, tanto de caminar como de montar a caballo y quedar atrapados en el lodo. Pero cumplieron su misión.

A veces me da la impresión que vivo en un país indiferente, pero con acciones como estas sé que aún puede germinar la semilla que se siembra y se abona durante la niñez y la adolescencia. didier.gil@epasa.com

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