
Didier Hernán Gil | DIAaDIA
El pasado domingo viajé desde Capira a la capital en una chiva de Ocú y con solo mirar lo que hacían los demás pasajeros me divertí muchísimo. Es comiquísimo y le invito a que cuando tenga la experiencia, le saque provecho, pero con mesura.
¿Por qué? Sucede que dentro de ese transporte me encontré con personas que traían gallinas en cajetas, frutas en sacos, algunos roncaban y vi niños con náuseas; en fin, fue un viaje como sardina en lata. Para que una persona bajara del auto o entrara todo era un caos. Usted solo tenía que ver las caras y sacaba sus propias conclusiones.
Quería soltar la carcajada, pero me aguanté para no dañar el paseo. Llegada la hora del sorteo dominical, una señora sacó un radio cuadrado, el que hacía un ruido terrible, pues no tenía buena señal, pero por nada del mundo guardó ese equipo, que tal vez le daría a conocer su buena suerte, pero no fue así. Solo lo guardó decepcionada, alegando que no recuperó lo invertido.
Estando en La Espiga de La Chorrera se subió una turba de buhoneros con papitas, dulces, sodas, churros, entre otras picadas. Entre ellos se formó una discusión, cual chiquillos, peleando por un dulce, y nadie les compró por su desorden. Los pregones tampoco les ayudaron, solo causaron gracia.
A veces nos quejamos de que las cosas no andan bien a nuestro alrededor, pero viendo la realidad de otros, se aprende que hay una esperanza y motivos para sonreír.
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