No sé si les ha pasado, pero como creyente en Cristo, y en su palabra, me han ocurrido cosas que me siguen sorprendiendo. Generalmente, el ciudadano común cuando le suceden experiencias maravillosas, lo primero que dice es que son casualidades de la vida. Pero no, siempre llego a la conclusión de que así Dios lo tenía planeado para ti.
Hace poco falleció uno de mis tíos. Aquella noche mi celular registró, cuando nunca, 47 llamadas perdidas, pero como estaba en silencio, no me percaté de esas alertas hasta el día siguiente. Hasta que se me erizó el cuerpo cuando vi que era mi madre quien me llamaba e inmediatamente pensé que no era nada bueno. Fue duro enterarme de la tragedia y admitir aquella pérdida física. El día comenzaba. No obstante, tenía el compromiso con un programa de la Iglesia y asistí, pues sabía que debía cumplir con esa misión que me había dado Dios.
Terminé esa jornada y adicionalmente me tocaba trabajar en la tarde y parte de la noche. Aunado a esto, me había comprometido a transcribirle un plan de negocios a una amiga, teniendo en cuenta que elaborar mi proyecto me tomó unas cinco horas. En fin, para hacer todas esas cosas tenía que agregar horas a mi día. Sepan que lo dejé todo en manos de Dios y seguí con mi rutina del día. Créanme que me alcanzó el tiempo y cumplí con todos mis deberes. Terminé antes de lo estimado. ¿Qué pasó? No lo sé. Sólo reconozco que quien trabaja para Dios siempre anda en victoria.
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