domingo, 24 de octubre de 2010

Pequeñas cosas



Didier Hernán Gil/ didier.gil@epasa.com

Hace siete años, cuando tenía dos meses de trabajar como periodista, nació mi primer sobrino: David Hernán.

Fue tanto el apego a él que no quedó de otra que adaptarse a sus llantos en horas de la noche. Él le temía a la oscuridad, no le gustaba que lo cargaran como bebé. Fue interesante esta experiencia en mi familia.

De mi sobrino me sorprende su forma de expresarse, pues te conversa como un adulto y te pregunta de todo. Su hermanita Génesis va por el mismo camino, pero se aprovecha más de su carisma de niña, de ser la reina de la casa.

A David Hernán no por gusto en su escuela lo buscan para declamar, hacer dramas y un montón de cosas. Su habilidad ante una computadora es asombrosa. Recuerdo que cuando cumplió sus tres años desde muy temprano tenía el celular de su mamá en la mano especialmente para cuando yo le llamara para felicitarle, pero me compliqué la vida en mil cosas y se me fue el día. Terriblemente no le llamé. ¡Plof!

En esa ocasión, él sabía que no iba a estar con él para su cumpleaños y que su regalo llegaría, pero no el día de su festejo. Me sorprendió que era él quien me quería regalar a mí una canción; no importaba la distancia, él quería hacerme una entrega especial. Aquel día deseaba demostrarme que a sus tres años sabía cantar el tema cristiano: "La niña de tus ojos". Cuando me enteré de su hazaña, quedé sin palabras. Gracias David, por tremenda y maravillosa lección de dar sin esperar nada a cambio.


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